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miércoles, 13 de octubre de 2010

Independencia de Chile


La independencia de Chile se produjo oficialmente el 12 de febrero de 1818. Sin embargo, el proceso independentista completo se prolongó más o menos entre los años 1810, cuando se produjo la Primera Junta Nacional de Gobierno, y 1823, año de la abdicación de O'Higgins. Como con otros períodos históricos los hitos usados para marcar su comienzo y final no son los mismos para todos los historiadores. Tradicionalmente se la divide en tres etapas: Patria Vieja, Restauración Monárquica o Reconquista y Patria Nueva.El año 1808, el Imperio Español vivía en un creciente estado de agitación. A Chile llegaron las noticias de la invasión napoleónica a España y el cautiverio de Fernando VII. Paralelamente, asumía Francisco Antonio García Carrasco Díaz como gobernador de Chile. García Carrasco era hombre de modales toscos y carácter autoritario, razones ambas que le enajenaron la simpatía de la aristocracia criolla. Ya en Chile habían antecedentes de agitación independentista (concretamente el pintoresco motín de los Tres Antonios), pero parece ser que García Carrasco magnificó el problema tomando diversas medidas arbitrarias incluyendo el arresto de connotados ciudadanos y su remisión a Lima. Esto, sumado a su involucramiento en un bullado caso de contrabando motivó la presión para que renunciara, lo que por fin se consiguió en 1810.
El militar más antiguo de Chile en esa época era Mateo de Toro y Zambrano, por lo que éste tomó interinamente el mando.[1] Pero la intranquilidad continuó debido a las turbulencias políticas y bélicas en Europa: tanto el Rey (Carlos IV) como su hijo (el futuro Fernando VII) habían abdicado (forzadamente) en favor de Napoleón quien a su vez había instalado a su hermano, conocido como Pepe Botella, como rey. Al mismo tiempo, el ideal independentista cobraba fuerzas impulsado por ideas iluministas y liberales

Así, tres grandes corrientes comenzaban a dibujarse:
* el conformismo que sugería que Chile era colonia de España y por lo tanto le debía obediencia a la autoridades españolas, cualquiera que estas fueran (representada a nivel local por el virrey del Perú);
* otra que puede ser llamada "conciliacionista" que afirmaba que Chile le debía lealtad directamente al Rey, no a través de autoridades intermedias, dado que Carlos III mismo declaró en 1798 que Chile era independiente del virreinato "como siempre debió entenderse" (con dos ramas: una "patriótica monárquica" que sugería prestar ayuda a España o por lo menos esperar los resultados de la Guerra de la Independencia española y la otra, "liberal" que sugería que esta era una buena oportunidad para establecer un Nuevo Régimen que al parecer se entendía como algún tipo de monarquía constitucional); y
* una corriente independentista (llamada en aquellos días "los exaltados") que afirmaba que la lealtad se había dado a un rey libre, pero ahora que esa persona se encontraba prisionera el juramento no era válido y el pueblo se encontraba en libertad para decidir qué hacer.
Es necesario recordar además que independentismo no es ni era equivalente de republicanismo ni implica que se era o es partidario de la democracia. También es conveniente tener presente que mucha gente vacilaba entre esas posiciones o tenía visiones intermedias. Especialmente, entre los "liberales" y los "exaltados" habian aquellos que vacilaban entre un gobierno democratico y alguna forma de monarquia constitucional.
En consecuecia, no era evidente cuál era la mejor solución a la situación, ya sea política o legalmente hablando. Después de muchas vacilaciones, Toro y Zambrano accedió a convocar un cabildo abierto para todos los jefes de cuerpos militares y religiosos, prelados y "vecinos nobles" de Santiago, para el día 18 de septiembre de 1810, conocido como el día de la Primera Junta Nacional de Gobierno de Chile.

La Patria Vieja
En la sesión del 18 de septiembre, los juntistas gritaron a voz en cuello: "¡Junta queremos! ¡Junta queremos!". El anciano Toro y Zambrano (a la sazón de 83 años) accedió y entregó el bastón ceremonial, agregando: "He aquí el bastón. Disponed de él y del mando". Siete de los más notables vecinos de Santiago fueron elegidos a la Junta de Gobierno, incluyendo a Toro y Zambrano como Presidente.
Primera Junta de Gobierno
Primera Junta de Gobierno

La junta reconoció explícitamente la soberanía de Fernando VII. La Real Audiencia de Santiago continuó dispensando justicia en su nombre y los funcionarios del antiguo régimen (incluyendo los cargos militares) fueron confirmados en sus posiciones. La junta incluso reconoció formalmente el Supremo Consejo de Regencia de Cadiz y justifico su constitucion notando "que la misma Regencia con su manifiesto de catorce de Febrero último, ha remitido el de la instalación de la Junta de Cádiz, advirtiendo a las Américas que ésta podrá servir de modelo a los pueblos que quieran elegirse un Gobierno representativo digno de su confianza" (Acta de Instalación de la Excelentísima Junta de Gobierno). Ningún español o criollo, conformista o no, sufrió como consecuencia de sus ideales políticos. De esta manera comenzó la Patria Vieja.
Al poco tiempo (1811), y dado que la Junta representaba sólo a los vecinos de Santiago, se convocó a elecciones para designar un Congreso Nacional.[3] Los resultados de esa elección confirmaron la tendencia moderada que se había hecho sentir en la elección y primeros actos de la Junta. Siendo así las cosas, es posible que la situación política se hubiera consolidado en ese compromiso, por lo menos hasta el fin de las guerras napoleónicas.
Sin embargo, la Real Audiencia consideró que la situación en general y la elección en particular eran anti-monárquicas y conspiró con el Coronel realista Tomás de Figueroa quien el 1 de abril de 1811 se sublevó con la intención de disolver la Junta e impedir las elecciones al Congreso.[4] El motín terminó con 56 muertos y el Coronel apresado, enjuiciado sumariamente y fusilado.[5] La Real Audiencia fue disuelta y reemplazada con una Cámara de Apelaciones. Continuando con el espíritu conciliador que había caracterizado el movimiento, los miembros de la audiencia no fueron ni privados de su libertad ni de sus bienes. Sin embargo, mucha de la población que permanecía indecisa culpó al partido conformista de la situación y este perdió apoyo. El resultado fue que en las elecciones para el Congreso el movimiento de los moderados, que propugnaba una mayor autonomía de los criollos con respecto al Imperio Español, aunque sin llegar a la ruptura completa, obtuvo la amplia mayoría. Los exaltados, que predicaban la independencia absoluta e instantánea, quedaron en minoría.
Los primeros actos del Congreso fueron expresión de ese mismo espíritu conciliador junto a una expresión más fuerte del nuevo espíritu iluminista y liberal. Se reafirmó el sentido de la proclamación de la Junta. Al mismo tiempo se proclamó la libertad de comercio (con algunas exepciones a favor de los tejidos) y se decretó que los cargos de regidores (antiguamente obtenidos en remate público) serían cargos elegidos. Algunos puestos de administración pública considerados inútiles fueron abolidos y el salario del resto disminuído. Se decretó la libertad de prensa y se estableció que el clero sería pagado por el fisco (prohibiéndose que cobraran al público por sus servicios). Se ordenó el establecimiento de una fábrica de armamentos y otras instituciones necesarias. Finalmente, fue el primer cuerpo legislativo en América que tomó pasos graduales pero prácticos para eliminar la esclavitud a nivel nacional (los hijos de esclavos nacidos después de la fecha de su primera reunión fueron considerados personas libres, como lo serían los esclavos que ingresaran al país después de permanecer en el algún tiempo, etc.). Poco de esto era diferente o contrario, como se ha notado, a los principios de la ilustración española; principios que hasta hacía poco los mismos Borbones habían promovido en España.
No obstante, y dadas las diferentes ideas acerca del mejor camino a tomar (ya sea como colonia leal al Rey prisionero o como país independiente), existía un clima de mucho recelo e inseguridad frente a las intenciones de los demás. Sospechas y acusaciones de querer implementar una monarquía al estilo de Napoleón abundaban, pero al mismo tiempo otros veían el compromiso como claramente insuficiente y buscaban directamente la independencia Algunos eran partidarios de un estado unitario mientras otros buscaban un estado federal. No faltaban los que veían en la "lealtad" a un rey prisionero una manera de volver a implementar las costumbres y leyes autárquicas que habían dado hasta no hacía mucho (1791) a los encomenderos poder absoluto en sus tierras, mientras otros buscaban promover los nuevos ideales del progreso a través de la educación generalizada y una legislación moderna y justa. etc.

Intervención de los hermanos Carrera:
Todo lo anterior más algunas acusaciones de irregularidades en la elecciones dieron lugar a que a fines de 1811, José Miguel Carrera diera dos golpes de estado que terminaron dándole el poder. El gobierno carrerino es generalmente visto como derechamente independentista (dado que ese era el fin proclamado por él) sin embargo el punto es debatible: a pesar de que el Reglamento Constitucional Provisorio (publicado el 27 de octubre de 1812 , estipula que "ningún decreto [...] u orden que emane de cualquier autoridad o tribunal fuera del territorio de Chile tendrá efecto alguno, y los que intentaren darle valor serán castigados como reos del Estado",[6] el documento empieza estableciendo específicamente que Chile reconoce que "Su Rey es Fernando VII". Así pues, en el contexto de la época, el Reglamento Constitucional puede verse simplemente como un repudio a la declaración original de la Junta de Santiago, que había deferido implícitamente a la autoridad del Consejo de Regencia en Cádiz y una reafirmación de la validez del edicto de Carlos III.

José Miguel Carrera
Esto no es dudar de las intenciones de Carrera sino ponerlas en el contexto político de la época, más complejo que lo que generalmente se percibe. Es probable que Carrera haya tratado de introducir elementos constitucionales similares a los que discutían en la época en España -con los que era familiar dado sus estudios y carrera militar en la península- agregando a la voluntad real la voluntad popular como la justificación básica del arreglo. El Reglamento continua con la afirmación de que el Rey "aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la Península. A su nombre gobernará la Junta Superior Gubernativa establecida en la capital, estando a su cargo el régimen interior y las relaciones exteriores (....)".[7] Algo que, de haberse transformado en realidad, habría producido quizás un sistema similar a la actual Mancomunidad Británica de Naciones. En todo caso, parece obvio que Carrera se dió cuenta de que para moverse en esa dirección se necesitaba tanto de una serie de instituciones progresistas como de la creación de una identidad nacional y una opinión pública ilustrada. Para esto, Carrera estableció los primeros emblemas patrios: la bandera, escudo y escarapela de la patria vieja. Publicó la Aurora de Chile, el primer periódico chileno, en el cual su primer director, el fray Camilo Henríquez hizo circular las ideas independentistas. Estableció la Junta de Vacuna y elaboró el proyecto de una Sociedad Filantrópica. Al mismo tiempo buscó reconocimiento internacional para la posición de Chile, logrando que EEUU nombrara un cónsul: Poinsett. Esto fue importante no sólo prácticamente para Chile sino para la visión política de Carrera, ya que establecía un vínculo directo con el liberalismo y federalismo estadounidense desde los principios de la creación del país. Finalmente, Carrera fundó el Instituto Nacional, la Biblioteca Nacional y abrió la educación a las mujeres.
Pero tales reformas independentistas o iluministas no clarifican cuál es el tipo de gobierno que J. M. Carrera buscaba o en cual posicion se veia el mismo, situación que es siempre preocupante en un gobierno militar. El articulo 4to del reglamento establece que se reconocia la legitimidad del gobierno de la epoca. Y que sus reemplazos seran elegidos "en caso de muerte o renuncia". La implicacion obvia es que Jose MIguel Carrera se consideraba "elegido" de por vida. Esa preocupación se hizo significativa, especialmente entre los miembros de la logia lautarina, cuando en mayo de 1812 (mientras se preparaba el nuevo arreglo constitucional) la Aurora de Chile, que se veía como vocero carrerino, publicó un artículo en el cual parecía sugerir como la mejor forma de gobierno una mezcla entre el federalismo de EEUU y una monarquía al estilo inglés, pero más "dura" (en que sugiere que el poder ejecutivo, y por ende, sobre el ejército, debe residir en el monarca): "El gobierno británico es un medio entre la monarquía, que se encamina a la arbitrariedad, la democracia, que termina en la anarquía, y la aristocracia, que es el más inmoral de los gobiernos, y el más incompatible con la felicidad pública. Es pues un gobierno mixto en que estos tres sistemas se templan, se observan, se reprimen. Su acción y reacción establece un equilibrio en que nace la libertad. El poder ejecutivo reside en el monarca.
La inquietud aumentó cuando, en 1812, el gobierno carrerino prohibió criticas al gobierno, primero en noviembre de 1812 bajo pena de expulsión y exilio y después el 22 de marzo de 1813 bajo pena de muerte. Al mismo tiempo advirtió públicamente de castigos a "algunos jóvenes de inmoderado patriotismo" y prometía que "todo individuo podrá quejarse o delatar; se le hará justicia y guardará secreto."[9] Estos actos comenzaban a parecerse a los de la carrera de Napoleón quien, proclamándose defensor de la voluntad ciudadana, llego a reprimirla duramente cuando se declaró emperador en 1804.

Las acciones de los Carrera (especialmente su manera de obtener el poder) y presumidas intenciones intimidaron a muchos ciudadanos, tanto en el bando independentista como en el conciliador. Los Carrera no pudieron obtener apoyo más amplio a sus posiciones, lo que no fue ayudado por disputas entre ellos mismos (aparentemenre por asuntos de precedencia familiar: el hemano mayor no era quien estaba al mando) que ocasionaron incluso el alejamiento temporal de uno de los hermanos del gobierno, durante el cual hubo muchas acusaciones de traición y amenazas de soluciones armadas a los problemas. Aun peor, los desacuerdos politicos debilitaron politica y militarmente la causa patriotica.

Primeras campañas de la independencia

La situación inquietó no sólo a los chilenos, sino también al Virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, Marqués de la Concordia (1806-1816), quien vio al mismo tiempo una oportunidad en la situación: las acciones de los Carrera habian ocasionado que la guarnicion de Valdivia terminara por ponerse a las ordenes del virreinato y los miembros de la Junta de Concepcion, que fue disuelta, fueron confinados cerca de Santiago, lo que fortalecio la posicion de las autoridades anteriores en las provincias del sur, en su mayoria monarquistas. Abascal envió una expedición militar a cargo del militar peninsular Antonio Pareja. Este desembarcó, a comienzos de 1813, en Concepción, donde sus tropas fueron recibidas con los brazos abiertos por el Gobernador de la ciudad, un español nombrado en el cargo durante la colonia y mantenido en el cargo por el gobierno carrerino. (ver Barros Arana)

Sin embargo Pareja fracasó en su empeño, siendo reemplazado con la expedición comandada por Gabino Gaínza. La desacertada conducción militar de Carrera (quien fue tomado prisionero) le permitió a su rival, el republicano Bernardo O'Higgins, elevarse y pasar a tener el mando supremo de las fuerzas patriotas. El gobierno civil resumió su funcionamiento.


Bandera de la Patria Vieja

La campaña militar continuó bajo el mando de O'Higgins (quien asumió el comando el 24 de noviembre de 1813). Gaínza, creyendo que las fuerzas patriotas serían incapaces de detenerlo debido a la falta de caballería, decidió atacar Santiago rápida y directamente y logro cruzar el río Maule antes que O'Higgins. Este sIn embargo con una tactica remarcable, logro cruzar el rio Claro -un afluente del Maule- antes que Gaínza y atrincherandose en la hacienda Quechereguas, posicionó sus fuerzas y las bajo el comando de Mackenna, de manera tal que le cortó el paso tanto hacia Santiago como hacia Concepción. Gaínza se vio forzado a atrincherarse en Talca, donde, desprovisto de pertrechos para un sitio, se preveia su derrota.

Frente a esto, el Virrey ofreció términos: paso libre a Gaínza y sus tropas a Talcahuano, desde donde se embarcarían en un plazo de treinta días al Perú dejando todas las fortificaciones en el estado en que las habían encontrado. El virreinato dejaría de intervenir, pero el gobierno de Chile debía comprometerse a mandar representantes a las Cortes de Cádiz establecidas en España durante el cautiverio de Fernando VII y aceptarlas como gobierno legítimo. El 5 de mayo de 1814 el Tratado de Lircay fue aceptado por las dos partes.[10] Los prisioneros fueron liberados y se intercambiaron rehenes. Durante este intercambio O'Higgins mismo se ofreció como tal, pero esto no se concretó.

Sin embargo los sentimientos políticos había cambiado como consecuencia de la guerra. Las ideas independentistas habían ganado aceptación y muchos percibieron el tratado como una oportunidad perdida de lograrla de una vez por todas. Los Carrera tomaron ventaja de esta frustración y el 23 de julio dieron un nuevo golpe y se apoderaron del poder.

Campaña de Osorio y fin de la patria vieja

Esta vez el recelo de sectores de la población a las intenciones de los Carrera se concretó. Parte del gobierno civil escapó a Talca, donde solicitaron a O'Higgins que restableciera el gobierno democrático. La guerra civil parecía inminente, dado que los primeros golpes ya habían tenido lugar en el Combate de las Tres Acequias y las tropas opuestas se enfrentaban cerca de Santiago, cuando un mensajero llegó con una carta oficial de Abascal, el Virrey del Peru fechada el 28 de agosto de 1814.

En ese documento se hizo evidente que Abascal se negaba ahora a reconocer los términos del tratado -a pesar de haber sido quien los ofreció para empezar- y continuaba afirmando que la única solución era la rendición incondicional a las fuerzas de una nueva expedición militar, bajo el mando del General Mariano Osorio, ya que en caso contrario este llegaba "con la espada y el fuego, a no dejar piedra sobre piedra, en los pueblos que sordos a mi voz quieran seguir su propia ciega voluntad".

Es de notar que tales amenazas venían en una carta de Osorio (dirigida "A los que mandan en Chile") fechada el 20 de Agosto y que daba un plazo perentorio de diez días para tal rendición. En otras palabras, a la fecha que el documento fue recibido el plazo estaba ya vencido, no quedando otro recurso que la guerra. En el lado español solo Gaínza quedó con algún honor, dado que efectivamente se retiró al Perú, pero aún él rompió su palabra, dado que con varias excusas se mantuvo en Talcahuano más de los dos meses que se había acordado sería el plazo para la partida de él y sus tropas, hasta la llegada de Osorio y sus refuerzos. La estratagema de Abascal fue tan bien organizada que esas tropas ya se encontraban a las alturas de San Fernando, alrededor de 120 kilómetros al sur de Santiago, cuando los documentos fueron recibidos.

Dada la nueva situación, los patriotas (porque a pesar de sus diferencias tanto O'Higgins como los Carreras buscaban la independencia) aunaron fuerzas y O'Higgins se puso al mando de los Carrera. Sin embargo, diferencias estratégicas (y posiblemente personales) se hicieron sentir casi inmediatamente. O'Higgins era partidario de dar batalla en la rivera del Cachapoal, mientras los Carrera preferían la Angostura de Paine. Ambos planes buscaban dar tiempo para reformar los regimientos que habían sido desbandados después del Acuerdo de Lircay. Dada la cercanía de Osorio, ese tiempo era esencial. Se llegó a un acuerdo general: O'Higgins, con sus 900 hombres, trataría de impedir el paso del Cachapoal a Osorio y sus más de cuatro mil soldados, replegándose hacia Angostura si fuera necesario con el apoyo de las tropas al mando de Luis Carrera, mientras José Miguel organizaba la defensa en Santiago.

O'Higgins no pudo detener a Osorio en la rivera del Cachapoal y se vio obligado a retroceder a Rancagua donde se atrincheró. El plan era dar a las tropas comandadas por Luis Carrera (mil quinientos en número) la oportunidad de atacar a los españoles por la espalda. Sin embargo, Luis Carrera ya sea malinterpretó sus instrucciones o estaba a la espera del repliegue hacia Angostura y, a pesar de que llegó a avanzar hasta muy cerca del combate, que duro dos días, no intervino. De acuerdo a fuentes independientes,[ ese avance ocasionó que Osorio diera la orden de retirada, orden que fue rescindida cuando el ataque de Luis Carrera no ocurrió. El resultado fue el Desastre de Rancagua (1 al 2 de octubre de 1814). O'Higgins logró escapar con menos de un tercio de sus novecientos hombres.

El Desastre de Rancagua causó pánico en Santiago. Los planes para defender Angostura y Santiago mismo fueron olvidados y la población patriótica y el gobierno abandonaron la ciudad para escapar hacia Argentina, acompañados por algunos de los juntistas conciliacionistas temerosos de represalias. El resto de los monarquistas se prepararon a recibir con brazos abiertos a las fuerzas de Osorio. Estos, como los monarquistas en Rancagua -que habían dado ayuda a las fuerzas españolas- pronto se dieron cuenta de su error. Las tropas españolas realmente habían venido con intenciones de escarmiento. Y los que sufrieron las peores deprecaciones fueron los que estaban presente cuando esas tropas entraban a las ciudades reconquistadas.

Así termino el período llamado la Patria Vieja, no sólo con un desastre militar, sino con un desastre que puso fin por un lado a la posibilidad de un acuerdo entre las colonias y la monarquía española decimonónica y por el otro a las ambiciones políticas de los Carrera. Ese desastre también enterró, aún antes de nacer, la posibilidad del federalismo y/o monarquía constitucional (si es que alguien las buscaba) en Chile.

El Virrey Abascal confirmó a Mariano Osorio como gobernador de Chile, pero en 1815 una pendencia entre Osorio y Abascal causó a la remoción del primero, siendo nombrado como gobernador Casimiro Marcó del Pont. Los monarquistas, continuando con la política que practicaron contra las juntas peninsulares y los llamados afrancesados (termino que incluyo a los "liberales") después de la restauración de Fernando VII (Rey que comenzó siendo llamado "El Deseado" y terminó conocido como "El Felón"), estimaron necesario administrar un buen escarmiento a la población en general, por lo que comenzó una persecución política a cargo de un Tribunal de Vigilancia, encabezada por San Bruno. Estos fueron los tiempos que reputadamente llevaron a Talleyrand a observar que los borbones recordaban todo, pero no aprendían nada.

Abusos de todo tipo, incluyendo violaciones y asesinatos, fueron practicados sistemáticamente por los Talaveras. El gobierno monarquista ofreció una anmistía pero exilió a los que la aceptaron, en su mayoría miembros del bando conciliacionista y entre ellos varios miembros de la Junta de 1810, incluyendo ancianos y enfermos, al archipiélago Juan Fernández. Los "infidentes", como se llamaba a los patriotas o a aquellos bajo sospecha de serlo, que no se presentaron voluntariamente y fueron apresados en la cárcel de Santiago por los españoles, fueron asesinados a mansalva. Esto y otras cosas semejantes, lejos de extinguir los deseos por libertad y justicia, los exacerbaron e incluso hasta los más moderados decidieron que ya era suficiente, que frente a esa España absolutista no quedaba otra cosa que la sumisión absoluta o la independencia.

Un buen grupo de patriotas (entre ellos Carrera y O'Higgins) ya se encontraban exiliados en Mendoza, en donde era gobernador don José de San Martín. Este favoreció inmediatamente a O'Higgins (muy probablemente tanto por las conexiones de ambos con la Logia Lautaro, que trabajó a nivel hispanoamericano para obtener la independencia, como por el desprestigio sufrido por los Carrera a partir del desastre de Rancagua). El sino de Carrera iría cada vez peor, y eventualmente terminó por ser fusilado en 1821.

Mientras San Martín y O'Higgins organizaban un ejército para cruzar los Andes y liberar Santiago, encargaron al abogado Manuel Rodríguez Erdoiza iniciar una serie de actividades guerrilleras que inquietaran a los españoles, pusieran en ridículo a San Bruno, y levantaran la moral patriota. De esta manera, Rodríguez se transformó en una suerte de héroe romántico de la independencia. Una de sus más celebradas hazañas fue disfrazarse de mendigo y obtener una moneda en caridad de parte del propio gobernador Marcó del Pont, quien había puesto precio a la cabeza de Rodríguez.

El Ejército Libertador estuvo preparado en 1817. Cruzando la cordillera por varios lugares distintos, éste se dejó caer sobre la llanura de Chacabuco, al norte de Santiago. En ella midieron sus fuerzas el patriota argentino San Martín, y el realista Rafael Maroto, quien sufrió una decisiva derrota el 12 de febrero de 1817. La batalla permitió a los patriotas instalarse en Santiago. San Martín fue proclamado Director Supremo, pero éste declinó, y ubicó en su lugar a Bernardo O'Higgins, quien sería Director Supremo hasta 1823. En el primer aniversario de la batalla de Chacabuco, Bernardo O'Higgins proclamó la independencia propiamente tal (12 de febrero de 1818).


El nuevo virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela (1816-1821), resolvió recurrir a Mariano Osorio enviándole otra fuerza expedicionaria. Este desembarcó en Concepción y reclutó ingentes cantidades de tropas. Mientras tanto, Bernardo O'Higgins se replegaba más al norte intentando frenar de alguna manera el avance de los realistas, siendo sorprendido y ampliamente derrotado en Cancha Rayada. En la confusión, corrió el rumor de que O'Higgins había muerto y el pánico cundió entre los patriotas, muchos de los cuales se aprestaron incluso a volver a cruzar la Cordillera hacia Mendoza. En tales críticas circunstancias, Manuel Rodríguez arengó a la gente gritándoles: "¡Aún hay patria, ciudadanos!", y se nombró Director Supremo; duraría en el cargo exactamente 30 horas, que es el tiempo que O'Higgins empleó en regresar a Santiago y volver a hacerse del mando.

Bernardo O'Higgins como Director Supremo

Lisiado después de Cancha Rayada, O'Higgins delegó el mando de las tropas patriotas en San Martín. Este las reunió en los llanos de Maipú, en las afueras de Santiago. En la batalla de Maipú, librada el 5 de abril de 1818, San Martín infligió una dura derrota a Osorio, quien optó por regresar a Concepción; los realistas ya no intentarían otra incursión a Santiago, con lo que la independencia quedaba asegurada. Después de la refriega, O'Higgins acudió a saludar a San Martín como salvador de la patria en lo que se conocería como el abrazo de Maipú.

En lo que respecta a asegurar la independencia, San Martín emprendió una serie de guerras contra las montoneras, grupos de bandoleros, realistas e indios que habían aprovechado el caos de las expediciones militares y los reclutamientos forzosos para dedicarse al pillaje y al saqueo. Esto se conoció como la guerra a muerte, porque ni las montoneras ni los soldados regulares tomaban prisioneros; una vez liquidada la banda de Vicente Benavides, el año 1822, quedó asegurada la pacificación de la región de Concepción.

Por otra parte, O'Higgins propició el desarrollo de la Primera Escuadra Nacional, para impedir nuevas expediciones españolas desde el Perú. Sería precisamente esta escuadra la que llevaría a la Expedición Libertadora del Perú. Para llenar la plaza de almirante, llamó al escocés Lord Thomas Cochrane.[16] Este asestó un golpe decisivo a los realistas cuando, en 1820, se apoderó del Sistema de fuertes de Valdivia en la famosa Toma de Valdivia.

De todas maneras, San Martín y O'Higgins estaban de acuerdo en que no cesaría el peligro hasta que el propio Virreinato del Perú fuera independiente de España. De esta manera prepararon la Expedición Libertadora del Perú, con naves y soldados. San Martín y Cochrane fueron enviados al Perú en 1820. Sin embargo, el carácter confiado y audaz de Cochrane chocó con el exceso de prudencia de San Martín. Este dejó escapar varias oportunidades de asestarle el golpe definitivo al Virrey, por lo que finalmente se entrevistó con Simón Bolívar (quien descendía desde Colombia), y se retiró del Perú; la independencia peruana quedaría completa después de la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, librada por Sucre, un lugarteniente de Bolívar.

En la historiografía chilena se hace terminar la Patria Nueva en 1823, con la renuncia de O'Higgins. Sin embargo, el último territorio español en Chile, la isla de Chiloé, sería conquistada recién en 1826, durante el gobierno de Ramón Freire, sucesor de O'Higgins

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